lunes, 21 de abril de 2014

El Don de Escribir

El poema a continuación retrata fielmente lo duro que resulta estar inmerso en el mundo de la creatividad, específicamente en el de un escritor. Una crueldad ignorada por los críticos, quienes evaden en su totalidad la agonía que vive un literato para escribir algo aceptable.




Escribir no es para todo el mundo,
no es para los intelectuales
ni eruditos.
Escribir es un arte;
no es para científicos, abogados
o banqueros.
Escribir es un don que florece como la hierba,
como los tulipanes,
como el araguaney;
es para unos pocos.

Escribir poesía no es para los letrados;
es para desahuciados,
para corrompidos,
para insatisfechos,
para ancianos frustrados;
para la gente de este mundo
que no acepta su presente,
no espera un futuro,
y no puede lograr desaparecer
ni dejar de maldecir su pasado.

Escribir consiste en perder el tiempo,
mientas mas pierdas
serás mejor escritor.

Enciérrate en una habitación minúscula
y empezarás a sentirte como un apresado conejo
en su madriguera;
observa como chocan las bolas de cañón
que solo están en tu cerebro;
toma cerveza,
fuma cigarrillos,
muérdete los dientes;
cuenta los huecos de la pared,
las botellas,
los filtros aparcados en el cenicero,
y mientras tanto
ve acumulando ideas,
retrocede tu pasado,
tus añoranzas;
habla con la soledad,
hazle preguntas,
escúpela,
ofrécele un trago,
enamórala;
sé todo un caballero;
trátala mejor que a tu mujer,
aun mejor que a tu amante
- recuerda que de ella dependes
y sin su paz acogedora,
es posible
que no consigas escribir ni una palabra-.

Sigue acumulando ideas,
sal a la calle por la noche 
con papel en mano y un lapicero;
toma notas
(recuerda que los apuntes en la cabeza son muy escurridizos).

Incluso observa las cucarachas
y los saltamontes si corres con suerte;
compra el periódico,
vuelve a la habitación,
habla con tu máquina de escribir
y cuéntaselo todo,
pero antes ruégale que resista
todas las cochinadas que quieres escribir,
conviértela en alguien real;
consigue que pueda soportar tu mal genio
y el carácter depresivo y autodestructivo
de los personajes de tus relatos.
Tira los lápices contra la pared,
pelea con tu inconsciente;
a menudo golpea tu cabeza contra el piso,
comete las uñas,
muerde las sabanas,
las almohadas.

Consigue una mujer que entienda lo que escribes
- será el critico literario más duro
que tendrás -.

Enloquece;
deja fluir la sangre por tus venas
y arrebátale
la última migaja de azúcar mojada;
déjala tan desabrida como el agua,
que corra sin dolor,
sin penas,
que sacuda la lástima,
- y mientras todo esto ocurre
no pares de escribir -.
Escribe en tu cerebro,
en tu conciencia,
en la pared,
en las manos,
en el cuerpo de tu mujer,
en la máquina de escribir,
escribe donde sea,
pero escribe.

En realidad, es desalentador y muy poco 
recomendable
ser un escritor;
tienes que recorrer todo ese camino
con sed,
hambre,
desilusión,
tristeza,
frustración,
miedo,
soledad,
y lo más irónico de todo
es que no es seguro que lo logres,
lo más probable es que no consigas siquiera
escribir algo medianamente aceptable.

Es mejor ser ingeniero,
abogado,
contador;
al menos no te mueres de hambre,
no te desilusionas demasiado,
no cuentas las cucarachas,
ni rompes tu cabeza con la pared;
no peleas con la soledad,
ni te vuelves un demente,

pero si a pesar de todo esto
insistes,
significa que has nacido
para ser un escritor.  

Autor: Eduardo Velasquez
Fotografía Cortesía: Nathalia Sinisterra - Instagram: @viajeradams 

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